La victoria más dulce
Kenneth Copeland
03 Oktober
...si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Juan 8:31-32
Una tarde, mientras estudiaba este versículo, el Señor me explicó algo que casi me bota de la silla. Él me dijo: Jesús no era libre por no haber cometido pecado. Él no cometió pecado porque era libre. Deseo que por un momento asimile esa declaración. ¿Logra entender a qué me refiero? Esto quiere decir que en varias ocasiones, como creyentes, hemos estado haciendo las cosas al revés. Hemos pensado: Si tan sólo pudiera deshacerme del hábito de fumar, librarme de esta enfermedad o depositar algo de dinero en el banco, entonces sería libre. Sin embargo, debemos ir tras la libertad misma. Una vez que tomemos la verdadera libertad, esos cigarrillos, esa enfermedad y la falta de dinero caerán sin poder ante nuestros pies; y ya no podrán atarnos, así como sucedió con Jesús. No obstante, usted podría pensar: Sí, pero la gente ha impuesto manos sobre mí. Casi me han arrancado todo el cabello tratando de llevarme a esa libertad: y aún no la obtengo. Jesús no afirmó que la imposición de manos lo haría libre. Él enseñó que usted conocería la verdad, y la verdad ¡lo haría libre! Él declaró: Permanece en Mi Palabra y ¡serás libre como Yo! Habita y actúa conforme a ella. Entonces la imposición de manos funcionará. Sé que es emocionante que impongan manos sobre usted para que sane y sienta el poder de Dios recorriendo su cuerpo. Pero existe un gozo aún más fuerte que surge cuando obtiene su sanidad o su liberación al permanecer en fe en la Palabra de Dios. Usted sabe que está creciendo en Jesús cuando los problemas vienen; y en lugar de correr al pastor clamando por ayuda, va a su lugar secreto de oración, toma su Biblia y encuentra la respuesta. Comienza a leer, y escucha cómo Dios le habla. Cada versículo que vivifica su espíritu, lo escribe. Luego, cada noche antes de acostarse, los lee otra vez los cree . Quizá su cuerpo no sienta diferencia alguna, pues el diablo podría estar a su lado repitiéndole: No recibirás tu sanidad hoy; y te mataré por la mañana. Pero en lugar de debilitarse en temor, solamente confiesa: Diablo, cállate, y quita tus manos de mi cuerpo. No te pertenezco, y jamás te perteneceré. La Palabra afirma que soy sano; y en lo que a mí respecta, esta conversación se acabó. A la mañana siguiente, toma su Biblia y lee de nuevo los pasajes bíblicos. De pronto se sorprende y piensa: Alabado sea Dios, estoy tan emocionado por estos versículos, ¡que he olvidado el dolor de los últimos 30 minutos! Ese tipo de victoria es la más dulce que existe.Isaías 54-55; Salmo 55Permanezco en la Palabra, y soy discípulo de Jesús. Conozco la verdad y ésta me hará libre (Juan 8:31-32).
Bibelstellen: Lucas 8:11-15