Tägliche Andachten

Mai 18

Háblele a la montaña

Kenneth Copeland
Tened fe en Dios porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.

“No sé qué haremos. Esta situación es un desastre…”. Éste es un clásico ejemplo de cómo se habla acerca del problema y no al problema… y esto sólo provocará ¡más incredulidad y más problemas! Hablarle en voz alta a sus problemas puede sonarle un poco extraño; sin embargo, Dios nos lo enseñó en Marcos 11:22-23. Él nos indicó que le habláramos a la montaña. Ésta representa cualquier problema o adversidad en su vida. Usted puede cambiar sus circunstancias al hablarles. En Romanos 4:17, se nos explica que hablar en fe es llamar a las cosas que no son, como si fueran; y tanto Dios como Abraham (el padre de nuestra fe) lo hicieron. Es importante que observe que llamar a las cosas que no son como si fueran es completamente diferente a llamar a las cosas que son como si no lo fueran. Cuando declaro que mis necesidades son suplidas conforme a Sus riquezas en gloria, no estoy negando la existencia de ningún problema financiero que pueda estar atravesando. No pretendo que esos problemas no estén allí. Estoy llamando a la provisión, y declarando por fe que esas necesidades son suplidas. Estoy hablándole a esa montaña financiera, ordenándole que se quite y que se eche en el mar. Recuerdo que un domingo por la mañana, hace muchos años, tuve que hablarle a una montaña de enfermedad que estaba tratando de impedirme que predicara. Me encontraba tan enfermo que al pararme detrás del púlpito para leer la Palabra, empecé a perder el conocimiento. Ahora bien, ya había acudido a Dios temprano esa mañana basándome en Su provisión y por fe creí y recibí mi sanidad. No obstante, todavía no se había manifestado. Así que le dije a la congregación que regresaría en seguida, me fui a otra habitación y empecé a hablarle a la montaña. Le hablé sin consideraciones al diablo y lo aplasté. Le expresé que yo era sano por la llaga de Jesús. Le dije que su poder sobre mí había sido destruido y le ordené en el nombre de Jesús que quitara sus asquerosas manos de enfermedad de mi vida. Cuando salí de la habitación, no sentí ninguna mejoría física; sin embargo, sabía que había realizado lo que la Palabra me indicaba que hiciera; por tanto, regresé y comencé a predicar acerca de la sanidad. Al principio, mi voz sonaba un poco mal. Mi cuerpo estaba adolorido desde mis uñas hasta mi pelo. De pronto, el poder de Dios me tocó conforme iba predicando me sanó y me dio tanta fortaleza ¡que pude predicar toda la mañana! Le hablé a la montaña creyendo en fe, y ¡ésta se echó a la mar! 2 Samuel 20-21; 2 Corintios 9 Creo que las cosas que declaro se cumplirán, y no dudo en mi corazón. Obtendré lo que confieso (Marcos 11:23).

Heiligschriftstudium: Marcos 11:22-26

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